Paso de los desfiles y las ceremonias. Me aburren los uniformes, los trajes oscuros, la corbata obligatoria y las emociones fingidas.
Paso de los redobles, de la mirada perdida en un horizonte falso.
De los señores con crucifijo y las señoras con la cuentas del Rosario en la mano.
De los respetos impostados.
Paso de los discursos (mal) leídos. De la estúpida y rígida solemnidad.
De los silencios que se establecen por decreto.
Paso de los bastones, las bandas mortuorias en el pecho y las formalidades sacadas de los libros llenos de polvo.
Me espantan esas igualdades falsas. Las unidades forzadas en el cordón de una vereda. El frío innecesario sobre alumnos mal dormidos y obligados.
Los himnos cantados sin ganas, que nunca salen de los vientres y apenas fuerzan las gargantas.
Paso de los pasos tiesos y las coreografías marciales.
De los señores con ceño duro, de las señoras con maquillaje y rulos de marmol.
Me aburren las bandas militares, el desafinado trombón desganado. La música sin swing ni entusiasmo.
Paso de las promesas de gloria, de las reivindicaciones solapadas de tragedias sucedidas.
Del agravio innecesario, de la pobreza del lenguaje oficial.
Paso de las sillas honorables, y de los lentos saludos a las autoridades.
No quiero posar en la foto de esa familia. No me interesa guardar esa imagen, en ningún baúl, ni en el de los olvidos.
Paso de la falta de sentido común, de la usurpación de nuestras festividades laicas. De los aplausos artificiales. De las ausencias promovidas, y de las simuladas.
Paso de las euforias falsas y las emociones sn alma.
De los sermones en boca de quienes silenciaron abusos y muertes.
No le creo al que finge felicidad en estas fiestas infundadas.
Me nefregan sus representaciones, los bailes tradicionales prisioneros de la farsa, las marchas imperiales, los poemas deshonestos.
Paso de las posturas, de los acartonamientos, de los golfos presentables, de los empaquetados de ocasión.
De las delirantes pretensiones de triunfo, de quienes nunca dieron batallas.
Me ofenden las multitudes rentadas, las tomas aereas recortadas, los comentarios justificatorios, la ignorancia celebrada, la prostitución de los que comparten el palco sin ninguna necesidad.
Paso del martirio de parecer lo que no se es.
Y finalmente paso,
de todas aquellas ceremonias en las que invocan a Dios.
de todos los que se creen importantes, y no intuyen su inevitable fugacidad.
de todos los que se engordan con estas «noblezas» temporales.
de los que disfrutan de esas cúspides sostenidas sobre parantes de barro.
Pasé, paso y pasaré, de los que están convencidos de su propia divinidad,
de los que alucinan inmortalidades y no saben que,
Nadie recordará estas fiestas, ni sus nombres.
Paso, como pasarán ellos. Como pasan todos.
Paso de darle sentido, a lo que solo será nada.