Por Coni Cherep
En los ámbitos de discusión de la «cosa pública», las cosas no han cambiado demasiado: hay quienes impulsan algunos cambios y hay quienes se niegan a cambiar, para poder conservar el estado de las cosas. Puede ser que defiendan intereses, o puede ser que tengan miedo al cambio.
En cualquier caso, los cambios se producen igual, tarde o temprano y se producen por cuestiones naturales: el paso del tiempo, el agotamiento del tiempo, y la convicción mayoritaria, de que lo hemos perdido, sin conseguir resultados que nos hayan mejorado la vida.
Sobran los ejemplos sobre las reformas que no hicimos, y que se convirtieron en problemas mayores. No discutir, no animarse a discutir algunos asuntos, no implica solamente oponerse a los cambios necesarios, sino que implica, claramente, una renuncia a operar sobre ellos.
Hay tres reformas que Santa Fe está llevando adelante de manera paralela, a diferentes velocidades y con distintos obstáculos: La reforma a la Caja de Jubilaciones, la renovación de la Corte Suprema y la reforma a la Constitución Provincial más antigua del país.
Se pueden tener matices, claro, pero negar que esas reformas son imprescindibles para trazar un futuro mejor, es una expresión conservadora y temerosa: Los hombres y las mujeres que han cambiado el curso de la historia, siempre, han sido los que se animaron a cambiarla. Los dirigentes que carecen de ese sentido de la oportunidad , para aprovechar las circunstancias, no son dirigentes, sino meros ocupantes de los espacios del poder institucional, y protectores de un statu quo, que arroja los resultados que vamos pisando.
La realidad es una sola, aunque se la puede mirar desde distintos lugares. Elegir desde donde mirarla, suele ser la consecuencia de los intereses que están en juego o de un asunto aún más simple: del terror a lo desconocido o sencillamente, el asidero simplista a ideas que fracasaron en el pasado.
LAS INESPERADAS CONDICIONES DEL CAMBIO
La derrota del FPCYS en las elecciones de 2019, el advenimiento de un hombre con antecedentes conservadores y supuestas condiciones para administrar los asuntos públicos, predecian lo peor: Muchos imaginamos, con sobreestimación al personaje, que Omar Perotti encararía reformas profundas a las instituciones santafesinas, pero consolidando el «status quo».
Sin embargo, nos encontramos ante un hombre plagado de defectos para gestionar: No tuvo iniciativas, no tuvo capacidad de trabajo, ni supo articular las fuerzas volátiles que ofrecen los primeros tiempos de gestión, para conjurar un proyecto. Perotti, más allá de sus reprochables abandonos a la seguridad pública y sus ambiciones de negocios, desperdició cuatro años valiosos. Ni construyó poder, ni lo usó para transformar nada: todo se redujo a persecusiones sobre dirigentes que lo incomodaban, propios y ajenos, y al intento de cerrar dos o tres negocios importantes.
El fracaso de Perotti, impulsó un retorno «sui generis» de las fuerzas que lo antecedieron, en una alianza más amplia hacia la (supuesta) derecha, y la deserción de los (supuestos) progresistas.
A la hora de «pasarlo a plata», Pullaro llegó al gobierno con un escenario inédito: La coalición que lo acompañó, y que el sí supo fortalecer en los primeros meses, gobierna las dos cámaras legislativas. Y algunos sectores que no la componen, incluidos los restos del raquítico peronismo, parecen decididos a acompañarlo.
Nunca, desde la última gestión de Carlos Reutemann, existieron estas condiciones para un gobernador. Y el gobernador no sólo lo sabe, sino que no parece tener flojera de convicciones a la hora de avanzar en las reformas.
«Lo de la Caja de Jubilaciones está en marcha», dice el ministro Fabian Bastía, cuando se lo consulta y no caben dudas. La comisión avanza y todos, incluidos los invitados a opinar, parecen convencidos de hacer los cambios que, más allá de los incumplimientos nacionales, terminen con el déficit estructural.
Lo de la Constiución es más complejo, pero también avanza, aunque a fuego lento: Allí hay una gran complicación, en la que chocan «las necesidades indiscutidas», como la adecuación a la Constitución Nacional de 1994, o algunas modificaciones obvias, como la modificación del sistema legislativo, su representación y la consagración de nuevas instituciones; pero aparecen, también, los intereses personales de los protagonistas de la época: ¿ Todos están dispuestos a darle la oportunidad a Pullaro de ser reelecto en 2027? Quizás sea ese, el único obstaculo para remover a la hora de plantear una especie de «nucleos básicos» y convocar a una Convención. Eso se está charlando, claro. Pero los que ambicionan a sucederlo al radical en el sillón del Brigadier, no parecen entusiasmados con ceder esa oportunidad.
Lo de la Corte, es lo más delicado: Como escribimos hace algunos dias, el poder judicial es la estuctura de poder constante que tiene el Estado santafesino, casi desde el retorno a la democracia. Los integrantes de la Corte, a pesar de los años y las leyes, insisten en rechazar los cambios que anunció el gobierno, y las posiciones dentro del oficialismo, no parecen unánimes. Eso dependerá de las velocidades que quieran imprimirle los protagonistas. Tanto los jueces, como quienes tengan la responsabilidad de tomar decisiones: Nadie descarta que el gobernador intime a los integrantes de la Corte con más de 75 años, a tomar el camino de la jubilación. Otros, creen que el cambio debe ser más moderado y paulatino.
Como deciamos al comienzo, las oportunidades se aprovechan o se desperdician. Como los goles.
Hay una diferencia entre lo que queremos que suceda y lo que sucederá de manera inevitable. Solamente decir que queremos que suceda, no significa que suceda. Para eso, hay que tomar decisiones cuando se dan las condiciones para tomarlas. Pullaro, a diferencia de sus compañeros de ruta durante los tres gobiernos del FPCYS, tiene todos los elementos para avanzar. Nadie pone en dudas, que Binner, Bonfatti y Lifschitz quisieron. Pero no pudieron. Perotti no quiso, o no supo.
La historia no es una garantía. La idea fantaseosa de que las respuestas están en el pasado, generó una militancia «retroutópica», que puso el futuro en una especie de revisión, adecuada, del pasado frustante. Hay quienes se desentienden del futuro, creyendo que se trata solo de mejorar el pasado y desde ahi, proponer un futuro. Volver al pasado para «modificar lo que se hizo mal» es una manera fantasiosa de creer que el futuro está en el pasado, pero mejorado.
Ese error, muy común en el pensamiento progresista de esta «era de ultraderecha», ha desperdiciado oportunidades como casi nadie las desperdició en la historia del país.
Los cambios se hacen, no se relatan. Los cambios, por parciales e insuficientes que sean, por dolorosos que resulten, se hacen cuando hay condiciones objetivas para hacerlos. Y no pueden depender de las cuestiones «emocionales» de los protagonistas.
Santa Fe se enfrenta a oportunidades únicas: Hoy y Ahora. Mañana no se sabe. Y no hay que caer en el error de creer que, mañana, habrá mejores condiciones. Mucho menos, de no cambiar nada.